Si en los Evangelios las palabras más repetidas son amor y
vida, en las que más insiste el cantante melódico catalán Dyango (José
Gómez Romero, Barcelona, 1940) son amor y noche, como se comprobó el
viernes en la primera de sus dos veladas en el Teatro Campos dentro de
la gira 'Puñaladas en el alma'. Escudado por un sexteto enlutado (bajo y
batería, guitarra y saxo -éste ya acompañaba a su padre- más dos
teclados que aportaban arreglos sofisticadamente horteras y que si se
suprimieran su público no los echaría en falta), Dyango fue genio y
figura: soltó tacos, reveló un humor que empezó consigo mismo (su
físico, el paso del tiempo, el teatro medio lleno que él atribuyó a la
crisis y nosotros a la ambición de desear llenarlo dos noches),afirmó en
serio «soy un pedante solo en la música y sé que canto muy bien», y se
paseó atribulado por el tablado, pasándose a menudo la mano por el
rostro.
Su show de 22 canciones en 95 minutos tuvo varios pasajes
y fue premiado con ovaciones intercaladas, bravos y coros espontáneos
del respetable. Podríamos destacar muchos títulos, pero resumiremos:
arrancó a lo Julio Iglesias ('Verdad amarga', de Consuelo Velázquez),
hizo swing ('Cómo han pasado los años', de Rocío Dúrcal), meció el vals
('El día que me quieras', de Gardel), invitó a las damas a vivir la vida
('A usted señora'), entregó un pasaje de tangos ('Garganta de arena'
para su correlato Polaco Goyeneche), otro de boleros como 'Alma, corazón
y vida' y otro de canciones de amor coreadas cual karaoke comunitario
('Nostalgias' de Gardel, 'Venecia sin ti' de Aznavour), y el bis lo
cerró con 'Corazón mágico', coral a lo Demis Roussos. Muy bien.