martes, 28 de diciembre de 2010
Dyango habla de football...
Dyango en una de sus actuaciones.
Ahora toca hablar de fútbol, tanto el cantante como yo somos fieles seguidores del Barça pero llevamos ya unas temporadas que después de sufrir estamos al borde del éxtasis.
Nadie podía imaginar que el futbol podía llegar a ser la perfección hasta la llegada de este año que con su juego nuestro equipo esta rizando el rizo, es un arte lo que hacen, los demás querrán ser como el Barça, se gastarán el dinero pero no podrán serlo y todo ello se debe a Núñez y la Masía, la escuela que él creo, el Barça es una lección de cómo hacer bien las cosas, es un orgullo ir por diversos países y ver por todas partes la camiseta azulgrana. Hemos sufrido durante años sin ganar la liga la preponderancia del Madrid, las ironías de tantos amigos madrileños que ahora tienen que aguantarse.
Barcelonés de pura cepa le pido que me hable del lugar que más aprecia en la ciudad, que desde luego, ya no es la de su niñez.
El corazón lo tengo siempre en el Mercat de Sant Antoni, el barrio donde nací, en la plaza donde jugábamos de niños con una pelota de trapo porque no había para otra cosa, recuerdo con añoranza cuando salíamos corriendo porque llegaba el municipal, han pasado los años y tal vez la época divina de mi vida fue disfrutar de aquella infancia, aquel barrio para mi es un barrio maravilloso. Fui un niño de posguerra pero muy feliz, creo que todos los niños de aquellos años fuimos muy felices, no conocíamos nada más, mis hijos y mis nietos si que han conocido otras cosas diferentes pero no han disfrutado lo que disfruté yo.
Terminamos hablando de aquellos infantiles partidos de fútbol callejero con las carteras del colegio haciendo de improvisadas porterías, de los Fiat Balilla o los coches con gasógeno que, de tanto en tanto, interrumpían nuestro juego y de la fuerza de las madres de la época, la suya acaba de cumplir 100 años y todavía lee sin gafas, fuerza que les venía de todos los sufrimientos por los que tuvieron que pasar para dar de comer a los hijos, a aquellos niños, que, como nosotros, no queríamos comer el pan negro de la posguerra ni cenar “farinetas”, aquella especie de sopa hecha con agua y harina de cereales, generalmente maíz ya que el trigo escaseaba.
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