Dyango hizo su presentación estelar. Aunque las localidades pudieron ser
mucho más por tratarse de un espectáculo de envergadura.
El cantante catalán llegó al pueblo para “matar”, como aquel casi homónimo pistolero de los spaguettis westerns llamado Django, pero con sus canciones de amor. Las de hoy y las de siempre.
El español que disfruta de 40 años de carrera, de los 72 que lleva en esta vida, se presentó por primera vez en Posadas, en el Instituto Montoya en un espectáculo que recorrió desde sus temas más clásicos hasta los que incluye su nuevo disco “Puñaladas del alma”.
En ese contexto, la admiración de sus fanáticas y admiradores era de esperar, pero si alguien acaso hubiese ido sin conocerlo con antelación, se habrá visto igualmente gratificado con el recital.
El intérprete deslumbró durante dos horas al público, lo conquistó con ese acento tan peculiar, pero sobre todo con su calidez. Es que no fue solo un buen repertorio de canciones. Tampoco una excelente afinación y un muy buen sonido. Fue eso y el carisma del artista lo que sedujo en la noche del feriado con la interpretación gozosa de cada canción. Y ese disfrute sobre el escenario se contagiaba en la platea.
De Barcelona, pero arrabalero: soy tanguero, se confesó y sin pedir permiso arremetió con el 2 x 4. Recordó sus años de juventud en Buenos Aires y el amor y la admiración que los músicos profesaron al Polaco Goyeneche al que homenajeó con Garganta con arena el tema que “un amigo lo compuso”.
El público acompañó cada canción y cada intervención de Dyango. Los rostros reflejaban cierto embelesamiento. Es que no siempre se tiene en un teatro, ahí cerquita, a una figura de renombre internacional y de reconocida trayectoria. Y el catalán, muy consciente de eso, reconoció “cuando un artista tiene cierto tiempo cantando, su público desea oír un cierto número de canciones que admira y hoy las van a escuchar a todas”.
“Ídolo, sos un grande, te amo” y frases similares se escucharon en ese momento y en repetidas oportunidades. Sus gestos pícaros, sus guiños cómplices, las salidas ocurrentes, sus palabras comprensivas y amables ya sea para el niño que lo distraía constantemente caminando para sacarle fotos debajo del escenario y al que lo llamó: ven, sácame todas las fotos que quieras.
“¿Cómo quieres que pose? Sácame y luego te vas a sentar y te quedas ahí”. El chico lo fotografió y segundos después subió al escenario para saludarlo. “Hay que tener “cojones” para venir hasta acá” exclamó Dyango. Pero no fue el único. Una mujer que previamente se había cambiado de asiento con su acompañante, quién le gritó “ahora”, subió para abrasarlo. Dyango sobresaltado la recibió entre sus brazos: “toca a este cantante, tócalo” expresó.
Al presentar a sus seis músicos: “somos todos de Barcelona, dijo, donde tenemos un pequeño club, donde juega aquel que ni River ni Newells quisieron por enano, pero con nosotros, vaya si creció. Y aunque allá tiene toda la gloria, se empecina en venir a jugar para la selección argentina. Messi será de ustedes pero lo disfrutamos nosotros”.
Cálida y llena de amor fue la noche del lunes en el Montoya, donde aún en las horas de la mañana los alumnos que concurren a clase podían oír los ecos de Cuando quieras, donde quieras; Adonde vas amor; Si las vieras con mis ojos; Por volverte a ver y porsupuesto: Corazón mágico.
El cantante catalán llegó al pueblo para “matar”, como aquel casi homónimo pistolero de los spaguettis westerns llamado Django, pero con sus canciones de amor. Las de hoy y las de siempre.
El español que disfruta de 40 años de carrera, de los 72 que lleva en esta vida, se presentó por primera vez en Posadas, en el Instituto Montoya en un espectáculo que recorrió desde sus temas más clásicos hasta los que incluye su nuevo disco “Puñaladas del alma”.
En ese contexto, la admiración de sus fanáticas y admiradores era de esperar, pero si alguien acaso hubiese ido sin conocerlo con antelación, se habrá visto igualmente gratificado con el recital.
El intérprete deslumbró durante dos horas al público, lo conquistó con ese acento tan peculiar, pero sobre todo con su calidez. Es que no fue solo un buen repertorio de canciones. Tampoco una excelente afinación y un muy buen sonido. Fue eso y el carisma del artista lo que sedujo en la noche del feriado con la interpretación gozosa de cada canción. Y ese disfrute sobre el escenario se contagiaba en la platea.
De Barcelona, pero arrabalero: soy tanguero, se confesó y sin pedir permiso arremetió con el 2 x 4. Recordó sus años de juventud en Buenos Aires y el amor y la admiración que los músicos profesaron al Polaco Goyeneche al que homenajeó con Garganta con arena el tema que “un amigo lo compuso”.
El público acompañó cada canción y cada intervención de Dyango. Los rostros reflejaban cierto embelesamiento. Es que no siempre se tiene en un teatro, ahí cerquita, a una figura de renombre internacional y de reconocida trayectoria. Y el catalán, muy consciente de eso, reconoció “cuando un artista tiene cierto tiempo cantando, su público desea oír un cierto número de canciones que admira y hoy las van a escuchar a todas”.
“Ídolo, sos un grande, te amo” y frases similares se escucharon en ese momento y en repetidas oportunidades. Sus gestos pícaros, sus guiños cómplices, las salidas ocurrentes, sus palabras comprensivas y amables ya sea para el niño que lo distraía constantemente caminando para sacarle fotos debajo del escenario y al que lo llamó: ven, sácame todas las fotos que quieras.
“¿Cómo quieres que pose? Sácame y luego te vas a sentar y te quedas ahí”. El chico lo fotografió y segundos después subió al escenario para saludarlo. “Hay que tener “cojones” para venir hasta acá” exclamó Dyango. Pero no fue el único. Una mujer que previamente se había cambiado de asiento con su acompañante, quién le gritó “ahora”, subió para abrasarlo. Dyango sobresaltado la recibió entre sus brazos: “toca a este cantante, tócalo” expresó.
Al presentar a sus seis músicos: “somos todos de Barcelona, dijo, donde tenemos un pequeño club, donde juega aquel que ni River ni Newells quisieron por enano, pero con nosotros, vaya si creció. Y aunque allá tiene toda la gloria, se empecina en venir a jugar para la selección argentina. Messi será de ustedes pero lo disfrutamos nosotros”.
Cálida y llena de amor fue la noche del lunes en el Montoya, donde aún en las horas de la mañana los alumnos que concurren a clase podían oír los ecos de Cuando quieras, donde quieras; Adonde vas amor; Si las vieras con mis ojos; Por volverte a ver y porsupuesto: Corazón mágico.